Puede que esta frase sea muy generalizada, pero para algunos puede resultar totalmente cierta: nuestros hijos crecen y, en muchos casos, parecen evitar el contacto familiar, especialmente con sus padres. Incluso rechazan un abrazo o muestras de cariño. Debemos ser muy conscientes de que existen diferentes contextos, pero hablemos de dos en particular:

  1. Un entorno donde se dio amor desde la infancia
    En este caso, mostramos amor a nuestros hijos desde pequeños, y entre los padres también se observaban estas demostraciones. Esto aumenta las probabilidades de que los niños crezcan con estos «programas» emocionales, haciendo que estas expresiones sean más naturales para ellos. La solidez de estas raíces emocionales puede permitir que se mantengan a lo largo del tiempo e incluso se repliquen cuando ellos mismos se conviertan en padres. Aunque se relacionen con amistades que muestren diferentes emociones, ellos tenderán a conservar lo que han recibido.
  2. Un entorno marcado por sobreprotección o complacencia
    Por otro lado, puede suceder que, aunque demostrábamos amor, también sobreprotegíamos, y eso no es lo mismo que amar. Ser padres complacientes, que actúan según los ánimos de los hijos pensando que es lo mejor para ellos, puede llevarnos a sacrificar nuestro tiempo e intereses. Incluso, en el mejor de los casos, podríamos terminar exigiendo atenciones o intercambiando cariño y momentos con objetos materiales. Esto crea una dinámica donde los hijos se acercan solo cuando necesitan algo que les interesa, casi como «gatitos» buscando un objetivo personal.

¿Cuál es tu caso?
Si estás en el primer escenario, ¡felicitaciones! Has hecho un buen trabajo y probablemente has formado una relación a largo plazo, con bases fuertes y los puentes necesarios para que eso ocurra. Si, en cambio, estás en el segundo contexto, no te preocupes, no has perdido nada. Simplemente, tendrás que trabajar en ciertos aspectos para fortalecer esas relaciones. Esto implica, en primer lugar, ingresar a la «zona emocional» de tus hijos. Esa es su zona, donde no siempre estarán dispuestos a recibir demostraciones, pero deberás aprender cómo y cuándo acercarte. No será fácil, pero la constancia y el objetivo final de fortalecer los vínculos familiares valdrán la pena.

Para avanzar, es fundamental:

  • Aceptarlos tal como son. No trates de cambiarlos, deja que sean ellos mismos. En lugar de criticarlos, esfuérzate por entenderlos.
  • Sé un modelo a seguir. Deja que te vean cometer errores y cómo los solucionas. Así, aprenderán a resolver los suyos.
  • No les facilites las soluciones; permite que se equivoquen.
  • Crea normas, reglas y obligaciones, además de amor y respeto.

De esta manera, cuando sean adultos, podrán encontrar sus propios caminos, logrando independencia y autonomía. Espero que logren mejorar las relaciones con sus hijos, fortalecer los vínculos y, principalmente, enriquecer el amor familiar.

Si bien es cierto que no hay manuales para ser los mejores padres ni para criar hijos, podemos esforzarnos por hacer lo mejor con las herramientas y experiencias positivas que tengamos. Esto también aumenta la confianza.

Recuerda, podemos hacer muchas cosas: aprender, desaprender, y lograr lo que nos propongamos si lo hacemos con disciplina. Lo mismo aplica para tus hijos. Te deseo mucha suerte y que pronto vuelvas a disfrutar de esos abrazos que son intercambios de energía positiva, especialmente entre personas que se aman. ¡Disfruta tu familia!

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