Bueno, llegó el momento de hablar de esa parte del corazón que, en algún momento de nuestras vidas, se fractura, causando dolor, angustia, desesperación, llanto, soledad, negación, abandono y desamparo. En esos instantes nos sentimos vulnerables, desprotegidos, incluso con amargura, desconsuelo y nostalgia, por mencionar algunas de las emociones que solemos experimentar cuando esto sucede. Lo más difícil ocurre cuando, con el paso del tiempo, estas emociones quedan atrapadas y no nos permiten avanzar. Se siente como una presión en el corazón, tan intensa que parece casi como morir.

Algo parecido me ocurrió cuando murió mi padre. Fue una larga agonía que confundió mi mente y mis emociones, llevándome por fases de esperanza y desolación. En esos momentos, algo dentro de mí decía: “Va a ser lo mejor, así dejará de sufrir”. Entonces, intenté aferrarme a ese sentimiento de «consuelo». El tiempo pasó y creí tener una fortaleza interna, hasta que recibí la funesta noticia. Esa explosión interna fue tan devastadora que me destrozó por completo, me dejó fragmentado. (Con el tiempo, me di cuenta de que ese sentimiento de supuesta fortaleza era solo una ilusión).

Desde ahí, todo comenzó. Pueden pasar días, meses, y es en ese proceso cuando nuestro desarrollo emocional o tranquilidad mental empieza a resentirse. Esto puede llegar incluso a somatizarse en distintas partes de nuestro cuerpo: el corazón, el intestino, el colon, los pulmones, el hígado, la vesícula, los riñones; todos pueden verse afectados y, en algunos casos, desembocar en complicaciones.

Mi sugerencia, basada en mi experiencia, es que tengas esas charlas necesarias con esa persona especial. En mi caso, fue mi padre. Sentirás sus palabras, incluso su presencia, me atrevería a decir. Independientemente de tus creencias, te darás cuenta de que, al iniciar ese tipo de comunicación, alivias poco a poco el peso de todas esas emociones que mencionamos al inicio. Lo mejor de todo es que comenzarás a sentirlos junto a ti, en cada momento y lugar; se convierten en omnipresentes. Créeme, funciona.

Algunas personas pueden sugerirte cómo hacerlo, hasta cuándo hacerlo, o proponerte ejercicios. No digo que sean malos ni que no funcionen, pero hablar desde la experiencia, y no solo en este contexto, resulta mucho más enriquecedor. Te contiene y te apoya, casi como si hablaras en el mismo idioma.

 

Algo importante son los tiempos. En este caso, no podemos determinar cuánto tiempo o establecer pasos específicos que debas realizar en períodos exactos. La cantidad, el peso y la fuerza de cada sentimiento serán diferentes para cada persona. Te puede tomar tres meses, un año o más; lo principal es que empieces a hacerlo. Además, es crucial recordar que tomar más o menos tiempo en sentirte restablecido no tiene relación alguna con el amor que le tenías a la persona que se fue. Descarta cualquier sentimiento de culpabilidad que pueda aparecer. Es tu sentir y punto.

Es más, no descarto que recibas la ayuda de aquellos que ya no están físicamente para superar estos momentos, aferrarte a la realidad y avanzar con tus nuevos y poderosos aliados.

Es probable que, en algunos casos, necesites ayuda para desapegarte de las emociones atrapadas y sentir contención mientras lo logras. Créeme, lo harás. Te deseo lo mejor, sonríe, porque allá, en algún lugar, están esperando verte así. Y… abraza tu corazón.

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